11,47 a. m.
Llegan ya cansadas
estas horas del fuego, lejos
del regocijo del crepúsculo,
juegan
a deshacerse en el peligro
de las sinuosas carreteras
de montaña, con veneno
de sierpe y escondrijo,
tales
como fantasmas de los muertos
que no volvieron de la guerra
y siguen por ahí marcando
fronteras imprecisas donde hacerse
respetar por el tiempo,
su cementerio natural.
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