lunes, 23 de abril de 2018

De perros

En la urbanización
toda la noche ladra un perro.
Nos cuenta que su vida
es un espacio empapelado 
de soledad y de eslabones
que le atan a un despótico dominio.

Yo me desvelo mientras pienso
en el viejo conjuro: perro, 
muerde al palo, porque el palo
no quiso pegar al dueño, porque el dueño
se apuntó a religión en vez de al curso
de educación urbana.
                                        Pero
como no surte efecto salgo
al jardín y le digo
a la luna que lance su cuchilla
de luz sobre la sombra 
y haga comprender al perro
que mejor que ladrar es darse el gusto
de leer los poemas de Unamuno.

Por ejemplo.

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