El perro caminaba
por el lado izquierdo,
yo por el derecho.
Una raya en el suelo
nos convertía en enemigos
y empezamos a vernos con recelo.
Cuando el viento
desdibujó la raya no supimos
en qué lado debíamos pisar.
Él acabó apaleado, yo mordido,
pero gracias a equello
ahora caminamos sin frontera.
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