F. V.
C
uando Vilon miraba
su arriesgado futuro a través del agujero
de la soga, le pidió al amable carcelero
que la engrasara y la dejara
colgando al sol para que el sebo
la hiciera más flexible.
Mientras se descolgaba hasta la calle
pensó aquel título
provisional de Testamento
y dejó sus iniciales
en la pared, con la leyenda:
Salud a los ahorcados, y que los jueces
puedan seguir jugando
a sus vaivenes favoritos:
la comba y el columpio.
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