domingo, 6 de enero de 2019
Por ellos balan los corderos
Quedan armas ahí, en esa
fecunda vega de oro, las orillas
se abrieron a la eternidad y trajeron
noticia de lo oscuro, sangre
derramada sobre los hierbajos
de un camino sin final, los hijos
convocando luces para darles
espiga y recompensa a los que fueron
durante lustros la semilla
de una entristecida duermevela,
ahora
pesa el párpado, no llega
a los pies la manta contra el frío,
y ahí fuera sigue aireándose
la escalinata del temor.
Mirad, ni siquiera tengo sepultura.
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