miércoles, 30 de enero de 2019

Se decía que la felicidad es no tener




En las escombreras de este siglo
no hallarán cemento, ni cristal,
una arqueología ciega
mostrará puertas abiertas al vacío, 
ventanas desojadas y los restos
de un libro blanco con cenefas de humo
dando fe de un embargo total sobre el común
que acabó registrado en los estratos
de la propiedad invertebrada.

No hay por qué afligirse,                                
escuchar las armónicas goteras
en jornadas de lluvia es un indicio
de predestinación, el cielo premia
la desposesión con el consuelo
de una indigencia entretenida: 
dirigir una orquesta chapoteada
entre cubos de plástico que aportan
colorido al silencio del desván.

(No escondas las escorias
de la felicidad bajo techado,
jamás podrían florecer.)

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