lunes, 21 de enero de 2019

Se empieza siempre con érase una vez





A veces puede verse el libro de los símbolos
abandonado al viento, sus hojas
pasando sin control, volviendo atrás, cinéticas,
subiendo de repente al cielo o descendiendo
como piedra al abismo, 

así se escriben páginas y páginas,                                         
la velocidad de lo nombrado
echa un pulso al tiempo que lo iguala todo
en un giro de luces asomadas
a la ranura de lo imaginario,

negarlo todo o coincidir ya es un misterio
que nos hace mirar los parecidos 
en el espejo de las identidades,

con ello nos quedamos: todo
enfrentado a si mismo o a favor del signo
que precede a su sombra, nada
como reflejo de algo traído por los pelos.

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