jueves, 6 de junio de 2019

Los ciclos sin milagros




Tengo muy cerca el roble alto
al que un rayo convirtió en estatua
de sal en la memoria,

su cuerpo blanco, su coraza
de plata empobrecida por el aire
del rencoroso invierno,

es mi árbol, por mudo, por inmóvil,
por ser el más visible 
entre emboscados semejantes,
por su inutilidad sin sombra, 
sin raíces, sin pájaros que pongan
un consuelo sonoro a tantos años
de estación diferida.

Las hachas siguen respetándolo
o acaso teman enfrentarse
al escepticismo de su alma.

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