Para entenderse
En toda teología
siempre estuvo la blasfemia
como un peldaño apalabrado
entre la miseria y la divinidad,
las músicas ardían
en la vecina concha del infierno
como el rumor parásito
que arrastran las liturgias,
pero nunca rindieron tantas calorías
como la leña hablada en ese idioma
común a hombres y dioses.
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