jueves, 9 de marzo de 2017

Aquellos naipes

Llamando a tantas puertas sólo halle despojamiento, era cada vez más jamba que batiente, más exterior que hospedado. No hay queja por ello, pues le debo mi ligereza y mi disponibilidad. En uno de aquellos zaguanes quedaron mis armas, ni empeñadas ni olvidadas, sólo recostadas en la pared como si descansaran de tantas imágenes violentas. Aún hoy, tan lejos, las recuerdo, competidoras ambiciosas de otras más ilustres asesinas, aunque ya sin una voluntad que las impulse. Ahora dudan
entre la abyección del crimen y la herrumbre de la inactividad, cualquier cosa con tal de seguir señalando su presencia con una huella roja.
Esto es un comentario que oí sobre Ricardo, el tercero a la derecha, siglos más tarde de que fuera pronunciado.

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