jueves, 16 de marzo de 2017

Cera dócil

Estábamos todos dentro, en aquella penumbra espesa que la ignorancia iba haciendo cada día más pesada. No había nada de qué hablar y los contactos con el exterior se habían ido desenganchando hasta quedar en el silencio de ahora. Y mira que es difícil enfrentar la vecindad de quien evita tus ojos y te niega su palabra porque está convencido de que ya nada importante es compartido.
Dentro de poco nos quedaremos ciegos, Acaso también la voz se nos atrofie, y el movimiento, o la costumbre de pensar cosas distintas de las que nos fueron señaladas como columna de la vida. Total para qué esos sentidos holgazanes, o para qué el futuro, si ya todo está impreso en nuestra tablilla de cera dócil,
Cerremos puertas y ventanas, aunque, por si caso, podremos seguir dejando en el dintel una mínima candela para orientar a un posible, aunque poco probable, visitante.

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