lunes, 20 de marzo de 2017

De credos y consignas

¿Quién propaló la falacia del robo de la manzana? ¿Alguien pensó en la incongruencia de llamar robo a la respuesta a ese control remoto que gobierna la gula o el capricho? Y ¿qué necesidad había de extender el chascarrillo en un territorio acrítico, donde las opiniones no prosperan y sólo las consignas se hacen hueco en el lerdo magín de los pobladores?
"El árbol esculpido no se toca, el árbol permanente sólo puede ser mirado en el reflejo del estanque, no hay que acercarse al árbol que habla, no hay que respirar de su perfume, no se podrá pensar en él conscientemente, a lo sumo soñar y recibir en sueños su logos inefable."
De esta manera irán presentándonos después los mitos del vellocino, del fuego de Prometeo, de la mirada atrás de la mujer de Lot o de la imponderable caja de Pandora. Un atropellado modo de mezclar risa con rabia para desorientar a timoratos y dejar sin voluntad a los no afectos.
Dales hambre y delicias sin cuento para saciarla, pero deja siempre vivo el gusano de una provocadora prohibición. Con ello lograrás gente perpleja y, por supuesto, una turba infinita de secuaces que dictará en tu nombre un intrincado reglamento en el que la prohibición será la norma, la perplejidad el cebo y la infracción la manera sutil de someter a los continuos infractores.

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