Aquellas margaritas
Abierta la cancela
salió el cerdo a hozar al prado
y halló que había también
hermosura y donaire entre las flores
que le servían de alimento.
Bien será que dejemos
algo de esta belleza redundante
para días postreros, díjose.
Y reculando, lento y soñador,
se volvió a la pocilga convencido
de haber alcanzado un alto grado
en la academia diletante.
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