Deja al domingo que se alargue
como un día cualquiera,
lejos de maternidades sin dolor,
que sepa lo que es andar a ciegas
igual que la ceniza, usa
su calle principal para acercarte
a todo aquello que desaparece
los fines de semana,
algo
sin rostro ni apellido vaga
a ras de suelo, siguiéndole los pasos
a esas bolsas de plástico difícil
de resucitar cuando han perdido
el valor embuchado de la compra.
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