jueves, 25 de febrero de 2021

En aquel tiempo

 


Daba órdenes

y el mundo obedecía

con instinto de perro, se movía

igual que cola de animal, indeciso

entre temor y agradecimiento,


no se hablaban ya, chascaban

los dedos y subía

solidificada la emoción 

como empujada por un émbolo,


la perfección mecánica suplía

con su rigor a la estética suicida

de los efluvios colorados

con que el cansancio de la luz

adorna los atardeceres.


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