Siglo a siglo se macera el habla,
la dicción se convierte en aditivo
como la sal, la pizca o el arrastre,
ese giro local es como un ápice
amarillento de mostaza,
sonará mejor mientras se arrullen
los finales más ásperos con granos
de anisado decir,
la fe más ciega
alargará un segundo la cocción
prescrita en la receta,
la cantinela irá como un adorno
de verdor cultivado, -a discreción-,
del humo sólo
se tomarán las tintas,
esa sabrosa oscuridad que esconde el fuego.
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