lunes, 1 de abril de 2024

En los pueblos costeros siempre hay una memoria dedicada al último naufragio, un poste comido por la sal en medio de la plaza con letras ilegibles y papeles fijados con espinas de pescado en los que se añaden las últimas ausencias para que nadie vea diferencias entre el antes y el después

 




Este es el legado, 

alguien dejó grabada en la madera

una proclama: ha de ser así, un pueblo en otro pueblo,

la sangre será roja aquí y allá, los cuervos

mudarán de lenguaje, nunca de color, la historia

se contará con esa música que todos conocemos,

iréis todos al monte con vuestros ganados

y rendiréis la siesta a la sombra del roble comunal,

tomaréis té de hierbas y por la noche

compartiréis la llama del candil, la leche fermentada

y el pan de harina de bellota que hace ligero el sueño del vigía

para que siga atento al bien común.



Zona B:

Israelíes: No recurráis a la leyenda, mirad hacia delante y sopesad las consecuencias que han de derivar de la actitud de vuestros gobernantes: alguien que voluntariamente abandona el país donde nació en busca de una nebulosa identidad no debe expulsar de su lugar de origen a todo un pueblo. Seréis mirados con recelo y nunca tendréis garantizada la supervivencia.

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