jueves, 20 de diciembre de 2018

El hacedor del prodigio



           
                                                                       (Para Aurelio Cercadillo)                                                       
Se abre apenas el milagro:
los lobos verdes en el agua, las mariposas
ocres en el sur, junto a la fuente
ferruginosa que hace spring,

y, al rededor, ese colectivo
que se deshace en alabanzas 
hacia un dios que funde las entrañas
de la tierra plebeya para hacerla
brillar como un metal precioso, -el cojito le dicen-

ese diosecillo que ni siquiera huele a fragua
y no tiene un nombre resonando
a yunque y a martillo, como hefestos, ese
conoce todos los secretos
de la forja menuda y arma
cada mañana ese tinglado tan hermoso
de la chatarra brava, a cuatro pasos
de la sexta avenida, válgame el cielo,
y todo en madera virgen, casi a mano,
sin moverse de aquí, -cierra el milagro-.

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