Nada
Ni veo ni escucho, y cuando palpo tiemblo,
mira esa niebla dando
motivos de sospecha, pone
pies en polvorosa mientras
proclama que tan sólo
se dejará ver o -acaso-
tocar por unas manos
amantes sobre todo del silencio.
Algo se abre
como una gran cascada, -suena el arpa-,
dejando todo el valle sin electricidad.
Yo apenas lo entiendo y sólo pido
que cuando llegue ya no esté.
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