martes, 12 de noviembre de 2019
Las voces inestables
Y si regresara el ciego,
-lo candente del aro vespertino-
y nos implorara la limosna
de la visibilidad, no el pulso
continuo de los ojos, sino el vaho
humedecido en las vasijas
del corazón,
para estar con nosotros,
y diera
como recompensa el vaso
de bon vino de berceo
con memoria a madera,
y de repente,
sin vernos todavía pero atentos
a la tosquedad del tacto, regresáramos
al manantial de las palabras
que van de pueblo en pueblo
pregonando
el mito de la universalidad?
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