Una muda balada
Qué hermosa cuerda
aquella que colgaba del alero
del roble maldecido,
de madrugada
debía soportar un peso
de balanza incendiada
por el tufo oscilante de la muerte,
el juez que ya no juzga
se afeita tras el ventanal,
la sangre de un rasguño
ha derrotado la blancura
de su camisa del domingo.
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