De proféticas iras
Que nadie invoque la leyenda
de la voz del profeta reducida
a cuento susurrado,
las palabras
erguidas, hoscas, rebotando
contra el frontón de piedra del desierto
nunca
suenan en balde, pueblan
de sortilegios turbios las costumbres
más reposadas de la tribu,
y cuando sus ecos no regresan
es porque el vaticinio
flota indolente sobre el polvo
de la muralla derruida.
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