lunes, 29 de junio de 2020

Yunque




Acudí al brezal después de que las máquinas abrieran aquellas hondas desgarraduras.
En ellas reforestaron la indiferencia forastera del pino y del aucalipto, dejando al aire como cadáveres profanados los corazones rojizos del brezo paisano.
Cargué con alguno de ellos, los llevé a casa y me dediqué a contemplarlos durante horas, días incluso, buscando sólo comprender.
Durante la noche oí una voz, o me lo pareció. Busca dentro.
Y esto es lo que hallé, un yunque donde el viento acude cada día a templar su desarraigo.

Y aun quedaban otras muchas cosas que mirar.

(Talla en madera de brezo.  A. Díez)


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