Nunca renuncies a la herida
Frena la voz, que sientas
en la lengua la agresión
del bocado, como yegua
siempre dispuesta a relinchar
contra la imposición del paso lento,
después vuelve
a hurgar en tu cartera,
hallarás en ella la virtud
de unas monedas mitigando
el retintín de tu silencio.
Y nunca olvides el recado
que venía escrito en la pared:
que hablen las piedras,
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