La segunda lectura
Abro el libro
y en voz alta leo la oración anónima,
suplico un tiempo muerto
para alcanzar la vida, dice
mi miedo su plegaria y todo
se arrodilla a mi lado, dioses,
almas, tentaciones de cera, moldes
que reproducen la presión
de las manos crispadas
en torno a los ropones escultóricos
de algún dios encumbrado,
qué hay de comer, pregunto,
y todo el cargamento de manzanas
del gran árbol de hierro
cae sobre mi,
y sin embargo muero de hambre.
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