Los oros del trascoro
Las angelologías
raramente se conforman
con aniñar los coros que bostezan
solemnidad y circunstancia armónica,
los cantores
saturan las alturas como polvo
de divina polilla y a menudo
se cuelan en las páginas adustas
del facistol buscando
el escalofrío gregoriano,
toman prestadas las fatigas
primaverales de vivaldi o los antojos
de bach para asomarse
como piojitos verdes a las barbas
desaliñadas de dios padre,
pero nunca
parecen muy felices.
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