Hubo un tiempo
en que acudía armado
cada mañana a ese lugar
donde anidan las palabras,
ahora se conforma
con poner la mano abierta
sobre la hoja en blanco
y esperar a que asome
un halo de calor en torno
a los dedos desarmados,
(que no llegue por las armas
la protección y que sea el dolor
el tratado final contra la guerra).
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