Regreso allí con nieve, columpiándome
en la blancura silenciosa
que ha inflado las ramas de los árboles
como un suflé campestre,
y de repente escucho
en la perfecta acústica del alba
la felicidad de los gorriones
hablando a coro del encuentro
familiar con el hambre,
esperad un momento, les reclamo,
yo guardo siempre los recortes para vosotros,
el pan duro de la memoria, por si un día
se me parara el corazón en medio de una frase
y necesitara vuestra voz.
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