sábado, 30 de diciembre de 2017

30, Últimas miradas

Es posible que la diferencia
la ponga el arriesgado
sentido del humor de cualquier ruina
al marcar el inicio de una era
de ilustrada barbarie.

Aquí se acaba todo y todo
lo que sirvió de firme al pensamiento
comprometido con la coherencia
entre sueño y destino se dedica ahora
a mantener en pie las piedras
suficientes para que una risa
silenciosa y sardónica
nos siga recorriendo el interior,
hojas de acanto por si acaso y una escoba
atando cabos por aquí y allá,
que si vergüenza o miedo,
que si insensata mansedumbre.

Y luego seguiremos mirando ese lugar
alzado como un dedo
hacia el espejo de las nubes, nada
alrededor, ni dioses
ni recompensas culturales, las ágoras
imaginando siempre lo peor por la tumbada
condición de la memoria,

y, a pesar de cruzadas analectas,
se acabará imponiendo 
la huella horizontal de las columnas
como si siempre hubiera sido así,
como si todo
hubiese ya nacido derribado.

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