miércoles, 13 de diciembre de 2017

El borde oscuro

Ya no es preciso rebordear de luto
las cartas ni los pésames
con los que apagamos la vigencia 
de una pasión que armó la vida:
lo siento, te acompaño...
sólo hasta la luz de fuera, donde todo
se olvida fácilmente, tan cansados
de soportar recuerdos tristes.

Y así es mejor, porque la calle 
te espera con sus ruidos, sus rubores
de mercromina y plata espolvoreada
para disimular las cicatrices.

Hay un músico,
-probablemente ciego- que acaricia
con manos torpes toda el asma
de que es capaz un saxo, melodías
con los bordes oscuros, 
proclives sin embargo a acelerarte
el pulso y convocar las lágrimas.

Pero no te detengas
a escuchar su anacrónica salmodia
y arroja una moneda
con instinto de piedra sobre el agua
de su fingido lago, plañidero
de muertes alquiladas
a cambio de unos euros.

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