lunes, 19 de febrero de 2018

Caída libre

Más libre fuiste tú, cambiando
macetas por paisaje, ibas
de brisa en viento, revolera
con hambre itinerante de lugar,
fuerza sin freno de mirar y luego
el ciego olor inevitable a goma
quemada, humo no, ni fuego, sólo
olor enfermo a enfermedad
de puro infierno,

nunca
pendiente del horóscopo
tan sibilinamente oscuro como
tu respiración tras la carrera.

Pero el tiempo no es viento
y, aunque pasa, está siempre
ahí, como empezando, como,
sin irse, regresando, y el premio
-¿qué premio?- no pensar
en nada, darse
al respiro final de morir sólo
de melancolía cultural, sin accidente,
de abismo y voluntad colmada.

Todo
fue un sueño, un continuo no lugar
y, sin embargo,
parece que le crece a la maceta
un ingenuo brote de geranio.

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