De vez en cuando mojo
mis manos en ese mismo azul,
tal vez reflejo de algún agua
lustral, alta y sagrada como un signo
de admiración.
Un agua, digo, traída a cuento y fábula
por el lacito carmesí en el rabo
de la acuciante moraleja. Insisto,
en ese mismo azul, gris, algo.
Y entonces digo: Tormes, canta,
dinos algo más claro que el dolor
tan obvio al que fray Luis ya puso
ex catedra papel, cauce y sonido,
en beneficio propio danos
traducido al enigma lo que todos
vemos aún arder -nos tiene en ascuas-
en efigie, fugaz, tan adyacente
como el guiño afilado de una daga
de cristal y memoria, los reflejos
transverberados de algún sol
metido en tardes, corto
de vista ya o resignado
a mirar la sangre en los remansos
llenos de espuma y catedral
Dinos, Tormes, Ullán-Arribes, Duero
andador parado, dinos
algo que se mantenga a flote, isla casi,
almadía de crol y estilo libre.
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