Verónica y llovizna,
heme aquí, tergiverso y llorón
mirando a nadie y sacudiendo
las espuelas mojadas
sobre la alfombra del recuerdo,
esto
jamás lo haría fuera
de la estricta jornada laboral,
-ayudar a un dolor desconocido-
nunca así, llorar por algo
que sólo en el espejo se ejercita
y huye de tí y de si buscando sombra
a nada que le des cuerda pensada.
Después
volverá a desvelarme esa mirada
de lienzo crudo, sinapismo
de sangre, sudor y polvo masticado,
aunque en el tendal será otra cosa:
ni fiel retrato ni traducción apresurada
de un pretendido ecce homo.
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