no para casorio, -del anillo
a la argolla-, no, que de eso
ya sacaron los sabios su parábola.
Hablo yo de ese oro
pálido del asombro, que fabrica
anillos de humo con la boca
y todo sin pira, sin crisol,
sin quemar un ápice
de lo distinto y prometeico.
Busco el oro dúctil
de la iluminación y dejo
a los fieros dioses la escritura
que les convierte en dueños de la mina,
yo con el oro me conformo.
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