En realidad qué muerte es esa
que ni sueña en puñal,
la punta ya enterrada en una carne
espiritual, ni arma simulada
ni mano que la empuñe,
qué adormecido pensamiento
-memento mori- levitando
contigo, incluso harto
de esperar y esperar a lo paciencia,
a lo prosaico y duro del oficio
de meditar sin fruto,
qué manera
de elevación extática por aires
de oro quieto y transparente, la materia
dejándose llevar en contra
de gravitaciones racionales.
Esa
no es manera de salir
del mecanismo ciego de la vida,
así ni el mismo sol, que va tirando
de mística y rutina para que sea el día
quien se inmole y haga mutis, peón
de un rey que se traspone.
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