Nada que añadir.
He decidido
desamortizarte, tantos
años despierto dan mareos.
Volverás a reír, podrás mirarte
errante, ocioso, decuidado
en tu aspecto, ruin,
menesteroso y opulento, casi.
Sufrirás de ignorancia, -no saber
ni pedir las cosas por favor-,
la sed, el miedo y el vacío.
Y además tu lugar
lo encontrarás más justo, más
incómodamente limitado, como
si ya no fuera tuyo y lo habitaras
en alquiler precario, a medias
con tu ruido y memoria.
Nada de tu políglota ternura,
tu venganza de muelle
de dura seda dura, sin final,
sin ley ni mandamiento, -nada
que añadir-, sin traducción para ese
silencio universal que ya se sabe.
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