Renuncio así a la presunción
de un recorrido racional: las flores
nacen donde quieren, no en ese
parterre bicolor que sólo atiende
al sí y al no, florece
la flor en esa lágrima
fingida del verano ciego, -tanto llover
para ver cardos-, en cambio esta
se alza en el polvo tan pateado
del camino, caprichosa,
al tresvís de un rocío
imaginado a pleno sol,
y qué vas a alegar
en contra de una flor flotante
que no es nenúfar y en nada se parece
a la cenagosa flor del loto, esta
de aquí, cercana, arcana
hasta la equis radiológica, pura
sangre sin brida y resistiendo
como una idioma muerto
aunque vivísimo -vaya que sí-
tan vivo
como semilla en el invierno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario