sábado, 28 de noviembre de 2020

A qué lado pisa el aduanero



Si hubiera conocido de antemano 
que no habría de nevar y que los ángeles
de espaldas en el suelo, 
-agitando alas o brazos 
para volar apenas unos metros
sobre el comején de la gravilla-,
habrían de dejar su impronta
y regresar al cielo a pie,
como castigados a un recreo
de clausurada eternidad,

o si hubiera
aprendido a distinguir 
entre el sucio blanco de su huella 
y la negrura limpia
de una pluma de cuervo, no sabría
reconocer la primavera,
con sus brotes de fiebre, sus temblores
de pétalo quemado o sus gorjeos
de avefría tropical.

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