Entero invierno:
en ese corazón florecen
lirios helados, altos
helechos de cristal, reflejos
de una luz transida que no tiene
voz y sin embargo clama
por todo el valle como
un terciopelo susurrado,
sólo falta la liebre
que haga rodar por la pendiente
una bola de vértigo infantil para que todo
se asome al precipicio.
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