El sueño era que alzábamos la copa
vacía y brindábamos por algo
imposible y remoto,
luego
el cristal se alargaba repitiendo
el chin chin melancólico, lo mismo
que la sombra de maderas viejas
cuando unos pies cansados
las recorren a ciegas
en busca de la claridad,
la extraña melodía
se quedaba sonando en el espacio.
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