Nadie dirá verdades
tan obvias y sencillas
como el agua menguada del arroyo,
sabemos
que la sabiduría es descendente
-siempre la claridad viene del cielo-
y no es a bendecir a lo que llega
sino a colaborar con la anarquía
inscrita en el pecado original,
lo mismo que la lluvia o los gorriones
usan la gravedad para posarse
sobre el dolor reseco y suavizarlo
las cosas la usan para hacerse
visibles y veraces por su peso,
como el metal precioso en la batea,
igual que las manzanas en otoño.
Y no es un don sino su esencia.
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