Me asaltan dudas
al navegar contra corriente
por los versos bravos de C. Simic
cuando te hablan de hollín o te describen
los colores ambiguos de los bares
donde comulga casi a diario,
o cuando eleva un salmo
entre el incienso laico
que salen de los tubos
de ventilación del suburbano,
todo macerado y confundido
como si enviara una postal escrita
con los infinitos modos
gramaticales de babel.
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