lunes, 20 de noviembre de 2017

Esas criaturas

Los ángeles a veces nos visitan.
Dejan caer sus alas como la hoja
dorada del otoño y se deciden
por gimnasias pedestres que les hacen
parecerse a nosotros.

                                 ¿Cómo afrontan
la oscura heterodoxia de la duda
sobre su identidad cuando abandonan
sin permiso ese limbo empalagoso
de las criaturas puras e inmanentes?

¿Mirarán de soslayo su entrepierna,
-su ataraxia sexual, la zarza ardiente
sin llama y sin pasión- acomodándose
en el sector no saben/no contestan?

Y ¿quién tiene la culpa
de esa bondad estéril, si nosotros
-ángeles de fiera condición- no damos
sentido ni ocasión a su aventura
de guardas forestales en un mundo
de embrutecida zoología?

¿Quizá su fe se nuble y la palabra
señor no vuelva a pronunciarse
o se pronuncie como un desafío
al temblor de la fiebre sin vacuna?

¿Se añadirán un día
a nuestro caminar sobre la tabla
podrida de este puente que separa
los labios del abismo o los veremos
echando un pulso a dios como se cuenta
de otro ángel de notables atributos?

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