lunes, 6 de noviembre de 2017

Sospecha

Ascendí solo a aquel otero, un capricho menor en la monotonía del páramo. Fue como crecer hacia la lejanía, sin moverme apenas de lugar, sin necesidad de tiempos dilatados ni de jornadas fatigosas bajo el sol. Arriba, el árbol solitario, aquella fantasía que tantas veces había contemplado desde lejos sin estar seguro de que fuese real, me recibió en el rodal escaso de sombra que proyectaba sobre la hierba quemada. Tal vez me quedara dormido, porque el único recuerdo que me queda es el rebaño avanzando penosamente como una nube gris pegada al rastrojo, abandonado a su suerte y lejos de bebedero o sestil donde aliviarse de la canícula. Siempre girando en torno a la colina, pateando el campo yermo con voluntarioso empreño y sin que pareciera importarle la falta de pasto. He llegado a pensar que una providencia perversa dispone de él para mantenerlo siempre ante mi vista.

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