martes, 14 de noviembre de 2017

La suerte del más débil

Entretengo ahora mis jornadas de quietud con salmos: el solo pensamiento de vencerle. Ya no me consuela mantener la pugna, ser la sombra oblicua en su ajedrezado sin relieve.
Mis pies siguen estando flojos, pero ya sueño en la carrera y el las llaves maestras con las que podría derribarle sin valerme de engaño o de ventaja. Él, en cambio, sigue igual, no acusa el deterioro de los golpes ni el encono de la humillación por las derrotas. "Otro sol es su sombra" y otra batalla su reposo, y parece echarte a la cara su desprecio por esta voluntad que te mantiene en lucha.
Dan ganas de usar la última energía para huir o para tenderle una celada, pero eso convertiría mi ansiedad en desencanto. Sería como reconocerle superior y dar por terminada la disputa.
Pero no, que venga ya, mientras la voluntad me asista. Debo pensar que él es sólo permanencia, la inercia de un orgulloso sentimiento que le priva de razón y de mirada para todo lo que no sea regodeo y autocomplacencia.

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