Acallaron mi voz
pero yo usé el silencio como arma
y mis enemigos lo escucharon.
Encerraron mi espíritu
entre mandamientos,
pero yo obedecí sólo al instinto.
Saquearon mi despensa pero el hambre
me enseñó a administrar una intendencia
capaz de sacar todo de la nada.
(La risa va por barrios,
oigo a lo lejos. ¿Quién será ese
sabio de salón?)
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