Cuando Dylan vuelva
que se abran todas las ventanas. Esa
palabra raspada sobre
la oxidada hoja de latón
parece oro, aunque no lo sea
ni necesite serlo para ser
armónica noticia susurrada
entre humaredas y fanfarrias.
Úsese la guitarra como maza
no para golpear, que salten
alegres los cristales en añicos,
sólo ritmo, sonido, pensamiento.
Y si ya no suena, recordadlo
tozudo e insumiso, bronco
y gutural como nacido
de la garganta de un ahorcado.
Es lo que aún nos queda
de la pasada libertad.
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