lunes, 21 de mayo de 2018

Sin salir de ese mar

Lloro ahora
sobre la humilde inmensidad
del viejo Homero.
Quiso él, desde el fondo
de una borrosa juglaría,
dejar grabados en la frente
de los desheredados de la historia,
unos hechos soñados
con tanta intensidad que pareciera
que estuvieran siempre sucediendo.

Hoy cerramos los ojos sobre el agua
que abreva tanta sed y dibujamos
ya de memoria y sin el libro
un torrente de sangre, de caballos,
de mares pensativos, de murallas
en eterna destrucción y siempre
en pie de guerra, de doncellas
a punto de abnegado sacrificio,
de cantos de sirena y de visiones
guiadas por la luz de un sabio ciego.

Pero apenas 
conocemos la paz o sus orillas.

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