domingo, 13 de mayo de 2018

Robin, el hijo

Escaló Robinson varios peldaños
en la escalera del idioma
llamando Viernes a un rumor
que contestaba a sus silencios
mientras ampliaba el abanico
de su aburrida dieta de cuaresma.

Llegó a creer que,
si los pensamientos le crecían 
como barba mendiga, los lampiños
que habitaban las islas
de sus desvelos eran
una avanzada especie vegetal
difícilmente digerible.

Por eso, cuando regresó al abismo
de la civilidad, se hizo vegano,
y cultivó esa especie de herejía
entre remolachas y lechugas,
algo que no llamara la atención
de sus vecinos, tan proclives
a quemar proteínas en la hoguera. 

Pero en la intimidad
siguió comiendo como un cerdo.

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