Aquel extraño personaje
me dijo que la tinta
manaba de la misma fuente
que la rabia y la risa.
Cuando tenía sed se fabricaba
un cucurucho de papel
con un periódico atrasado
donde aparecieran las palabras
clámide y donaire,
lo acercaba a los labios y decía
entre convulsas carcajadas:
ayúdame a encontrar el equilibrio.
Luego bajaba la persiana
y el paisaje se quedaba a rayas
igual que su uniforme.
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